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Opinión

Quizás no existimos como lo creíamos: Comunicación Política y manipulación.

El término comunicación política sobrepasa ya los 70 años, por lo que no se puede afirmar que es una novedad, como tampoco lo es la comunicación y su relación con el poder. Lo que sí es nuevo es el asombro popular sobre la existencia de la manipulación mediática para moldear el pensamiento de las masas e inclinarlas hacia el voto por un candidato o hacia un partido político.

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El término comunicación política sobrepasa ya los 70 años, por lo que no se puede afirmar que es una novedad, como tampoco lo es la comunicación y su relación con el poder. Lo que sí es nuevo es el asombro popular sobre la existencia de la manipulación mediática para moldear el pensamiento de las masas e inclinarlas hacia el voto por un candidato o hacia un partido político.

En un mundo regido por las agendas de medios y por la estructura de las creencias conocida como el framing, no es extraño que se asuma que las personas tienen poder de decisión. Sin embargo, resulta que ninguna de sus opiniones es verdaderamente suya, que cada acción es planificada por terceros, incluyendo la pasividad o el mantenerse al margen de una situación, declarándose convenientemente neutral. Como tal, la neutralidad no existe, no es natural. La esencia humana se inclina a un extremo en ocasiones más cuando se actúa desde la emoción. Así, se otorga el poder sobre las emociones y no a la razón, haciendo que la valoración individual del yo dependa de la media del pensamiento del colectivo. No es raro que a las personas se les enseñe a cuidarse de los delincuentes de calle mientras dan el voto a algunos delincuentes que se ven elegantes. Y nadie se dio cuenta – o a lo mejor sí, pero la opinión de las mayorías programadas nos intimidó-.

Creando realidades convenientes: Condicionados para sobrevivir

Las decisiones se toman de forma programática desde infantes con las rutinas, las actividades y reacciones basadas en el estímulo. La sociedad es guiada con anuncios de televisión, con mensajes en los que se dice cómo vestir, el perfume que lleva al éxito, qué comer, con quien estar, a donde ir, a poner género a los colores y etiquetas que dividen. Desde los aportes de Pavlov y de Watson descubrimos que aprendemos condicionados y esperando recompensas por realizar algo. ¿A qué nos lleva que este condicionamiento sea utilizado en la comunicación? A esperar constantes estímulos de refuerzo y de gratificación para que la autoestima sea saludable, a sentirse orgullosos de recibir regalos a cambio de pensar cómo desea quien nos los da, a ser manipulados. 

Los mensajes políticos en campaña se encaminan a hacer creer que solventará los eternos problemas de las comunidades, problemas que no desaparecerán porque si se acaban, terminan las ideas para pedir votos. Por ello, mientras menos sepan los votantes, mejor. Poco o nada se sabe de economía, de deuda externa, del PIB, de políticas internacionales, de Derechos Humanos, sobre transparencia o sobre la propia Constitución. La sociedad generalista actual considera que los principales problemas de un país son la delincuencia, el acceso a salud de calidad y a fuentes de trabajo, pero poco se analizan las aristas de cada problema, sus vertientes, sus consecuencias a corto, mediano y largo plazo o sus soluciones más integrales.

Es por ello que los mensajes de manipulación política siempre han tenido éxito. Una sociedad con memoria histórica corta es terreno fértil para el manejo de sus mentes y esta manipulación inicia con el individuo, pero crece con la multiplicidad de la masa, con la repetición de mensajes, con la creación de nuevos hábitos de comportamiento social.

Conviene hacerse una pregunta ¿Puede existir la política sin la comunicación? Y la respuesta es puntual, no. La política necesita persuadir y convencer a las masas y no hay otra forma de lograrlo que a través de las diferentes manifestaciones de la expresión humana. Ahora bien, la comunicación sí puede existir sin la política. No la necesita, se mantuvo muy bien sin ella durante siglos. Lo que hizo adquirirla es el hecho de que los seres humanos somos seres en constante evolución. Las necesidades cambian, los deseos se transforman, el instinto se desequilibra y necesitábamos organización conforme las ciudades se establecen, queríamos orden mientras la población aumentaba.

Comprender la comunicación política está a la vista y al alcance. El paso inicial es desarmar la raíz de la primera palabra, luego a la segunda. Así descubriremos para qué existe, cómo se transmite, con qué objetivo. Con todo lo que se dialoga en este artículo ¿Existe una solución para que la esencia de la comunicación política se recupere? Sí, el diálogo. Y es casi irónico, pero bien, una de las formas de comunicación que lleva a consensos es el debate mediante el diálogo. No es cuestión de quién tiene la razón, sino de qué resuelve problemas. Mientras mejor interactuamos, mientras mejor fundamentada sea nuestra expresión, será más probable que los acuerdos lleguen y que la transformación de la comunicación política se incline a promover soluciones reales a los problemas de la ciudadanía.

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